Capítulo 3.2

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El sol estaba suspendido en el cielo nocturno.

Para su cabeza mareada, eso es lo que parecía.

Una negra cortina había cubierto todo el mundo tan lejos como su ojo podía ver, y justo en el centro de la oscuridad un gran sol estaba brillando fuerte.

Raishin parpadeó varias veces, tratando de sacudir sus difusos recuerdos.

Claramente recordaba haber caído. Algo acerca de la tierra desmoronándose, y el haber sido alcanzado por la destrucción de Sigmund.

Recordando eso, se dio cuenta de que la luz arriba de él no era el sol, sino un agujero que se había abierto en el suelo.

Lo que significaba que había caído una gran distancia. Encontrarse vivo después de todo era lo más extraño.

Con cuidado trató de mover sus dedos.

Su piel estaba tan fría al punto que pensó que los había perdido— ah, se movieron. Y tampoco había dolor.

Raishin cuidadosamente revisó su condición, antes de ponerse de pie lentamente.

Sus alrededores estaban a oscuras. La luz estaba ingresando desde el hoyo arriba, pero por alguna extraña razón no parecía llegar a dónde estaba él.

Afortunadamente, había traído su equipo consigo cuando se fue. Sacando la lámpara de su arnés, encendió un fósforo y la prendió. Elevándola para escanear sus alrededores, no vio nada más que arena.

Encima, las paredes estaban abruptamente empinadas. Era como si estuviera en la base de un masivo montículo de arena.

“¡Yaya—!”

Trató de llamarla, pero todo lo que pudo oír fue el sonido de su eco, luego de pasado un tiempo.

El espacio en el que estaba era considerablemente grande. Desde cuándo la academia tenía una caverna tan grande bajo tierra, se preguntaba.

Luego de gritar unas cuantas veces más, se hizo evidente que no había una respuesta de parte de Yaya.

“No tengo otra opción. Supongo que tendré que salir de aquí por mí mismo—”

En ese momento, su cuerpo se paralizó con temor.

Apagando reflexivamente la lámpara, se lanzó al piso y alzó la vista hacia la dirección de donde venía la presencia.

Incontables estrellas titilaban en el cielo.

No, esas no eran estrellas— ¡eran ojos!

Lo estaban observando. ¡Una gran cantidad de ellos!

Había una increíble presión viniendo de esos ojos, se sentía como si le estuvieran rasgando la ropa, arrancándole la piel, cortando su cuerpo en pedazos y viendo a través de cada célula de su cuerpo.

Decenas de miles de ellos, sino cientos.

Al momento siguiente, todos parpadearon al unísono—

Luego de que pasaran unos segundos, finalmente recuperó la compostura. Los ojos también se habían desvanecido.

Su corazón estaba latiendo intensamente. Sudor frío le caía de cada poro de su cuerpo, dejándolo empapado como si acabara de caminar bajo la lluvia.

¿Qué demonios fue eso?

¿Había algo ahí? ¿Esto fue el arte mágico de alguien? ¿O fue una alucinación inducida por el miedo?

No podía comprender su verdadera naturaleza; tampoco podía imaginar siquiera qué era. Sin embargo, Raishin no era un cobarde que se detendría debido a un miedo desconocido.

Encendiendo la lámpara otra vez, iluminó sus alrededores.

La pendiente de arena de extendía ampliamente a lo lejos. No había rastros del monstruo.

Raishin aclaró su mente, disipando su reciente experiencia a favor de enfocarse en escapar.

La pendiente continuaba hacia abajo. Su instinto le dijo que debía subir, pero no parecía que la montaña de arena se extendiera tan lejos como el hoyo y escalar en la arena implicaría un montón de energía física.

Así que la mejor opción era no hacer ningún movimiento en falso y en calma esperar a que la ayuda llegara. Sin embargo, al inspeccionar sus alrededores un poco más de cerca, Raishin pudo ver rocas y escombros moviéndose. Seguramente, habían caído en el hoyo junto con él cuando el suelo se desmoronó antes. Además, el suelo sobre él probablemente seguía siendo frágil. Si ocurría otro colapso, había un alto riesgo que quedara aplastado hasta la muerte.

Descontando el hecho de que estaba escapando de un monstruo, la mejor opción que tenía ahora era moverse hacia otro lado.

Descendiendo un poco por la pendiente, la luz de su lámpara cayó sobre algo extraño.

“— ¡Oye! ¡Resiste!”

A medio correr, se deslizó hacia la persona en cuestión.

Acercando su oído al rostro de ella, buscó signos de respiración. Agradecidamente allí estaba.

“¡Despierta, Henri! ¡Henriette!”

Gritando en su oído, los ojos de Henri se abrieron de un sobresalto.

“¿Estás bien? ¿Estás herida?”

“¡¡Nooo!! ¡¡Un hombre!!”

Tomando puñados de arena, empezó a lanzárselos a Raishin, desatando nubes de polvo en el proceso.

Si estaba tan enérgica, lo más probable es que estuviera bien.

“Detente… ¡dije que te detengas, Henri!”

“¡LosientoLosientoLosientoLosiento!”

“Tranquilízate. Y levántate. Vamos a buscar una salida.”

“Eh… ¿una salida?”

“¿Te golpeaste la cabeza al caer? Caímos juntos aquí, ¿lo recuerdas?”

Señalando hacia arriba, apuntó hacia el “sol” suspendido en el cielo.

“El suelo allá arriba está al borde de colapsar en cualquier momento. Si fuera a derrumbarse ahora, nos aplastaría más que una galleta en una sartén. No podemos quedarnos más tiempo aquí.”

“Pero aun así… ¿hay alguna salida?”

“Claro que la hay. Si no la hay, estamos fritos. Por eso, tenemos que confiar en que haya una.”

Henri le lanzó una larga e intensa mirada a Raishin que tenía una vaga admiración mezclada en sí.

Sin embargo, seguía comportándose de manera obstinada, terca y deshonesta con sus verdaderos sentimientos.

“… Por favor déjame aquí. Si vas a continuar, hazlo sin mí.”

Raishin se rió irónicamente. En general Yaya era un dolor con el cual lidiar, pero Henri también era un dolor con el cual lidiar, aunque en un sentido distinto.

“Qué señorita tan consentida. Sin embargo, aunque digas que no tendré que llevarte conmigo. Después de todo, vamos—”

El rostro de Raishin se puso serio.

“—a morir aquí si no actuamos de manera inteligente.”




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