Capítulo 4.3

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“Yaya. Despierta, Yaya.”

Luego de escuchar su nombre varias veces, Yaya lentamente abrió los ojos.

Lo primero que vio fue un pequeño dragón color acero.

“Uh… ¿Sigmund…?”

Gradualmente, su consciencia volvió.

Al mismo tiempo, un repentino y agudo dolor la invadió. Se sentía como agujas incontables todas clavadas al mismo tiempo sobre ella. Echando un vistazo al lugar de donde venía el dolor, Yaya quedó impactada.

En donde debería encontrarse el área intestinal, en cambio había un gran agujero.

“Yaya, ¿cómo te sientes? ¿Estás bien-? Definitivamente no pero aun así, ¿cuál es tu condición?”

“Todavía… estoy dentro de mis límites… no creo que vaya a apagarme aún…”

“Eso es bueno. Lo hiciste muy bien al sobrevivir a un golpe como ese.”

Sigmund hizo un gesto hacia su lado. Yacía allí un proyectil con forma de bellota. Probablemente se lo había sacado a Yaya del cuerpo. Estaba cubierto de sangre, pero el frente estaba liso, y no tenía manchas.

“Yaya es… La mejor autómata del mundo… Algo como esto… es apenas un rasguño.”

Trató de sonreír, pero terminó escupiendo sangre al toser.

“No te esfuerces. Traeré a un técnico ahora mismo.”

“No… Está bien. Yaya es, un poco… diferente, de los autómatas normales.”

“Este no es momento para fanfarronear- espera, ¿estás hablando de tu construcción, no?”

“Sí… Reparaciones normales no… servirán… en Yaya.”

“En ese caso, ¿qué debería hacer?”

“Raishin… Quiero ver a… Raishin…”

Rompió a llorar. Su debilidad probablemente estaba causando que sus emociones se pusieran inestables. Yaya estaba llorando como lo haría una niña.

“Ya veo. Entonces su energía mágica es nuestra mejor opción.”

Parece que no había otra alternativa más que confiar en su mecanismo de auto-reparación. Mientras Sigmund se preocupaba al tratar de pensar en algo, de repente notó una presencia acercándose al banco.

Era una bellísima estudiante con cabello dorado. Sus brazos y piernas estaban extrañamente tensos y estaba mirando en los alrededores con inquietud.

“Charl. Estoy aquí.”

“¡Sigmund! ¡No te vayas y desaparezcas así nada más! ¡Voy a cambiar tu almuerzo de pollo por camarones! ¡¿Tienes idea de lo preocupada que estaba?! ¿Qué fue el sonido de recién? ¡No te vayas solo por ahí!”

“Cálmate. Entiendo lo que dices, pero no es el momento para eso.”

Charl se acercó más mientras se encendía como una ametralladora- cuando de repente dio un salto hacia atrás.

“¡¿Qué, esto… qué pasó?!”

“Llegaste en un buen momento. Ayudémosla.”

“Ayudarla… ¡esta situación requiere a un doctor!”

El olor de la sangre estaba provocando que se pusiera anémica.

“¡¿En qué está pensando la gente de Japón?! ¡Ella es una criatura más viva que Sigmund!”

“En este caso, si el diseñador no está aquí, no podemos repararla. En otras palabras-”

“Necesita energía mágica. Lo sé.”

Tratando lo más posible de no mirar a la herida, Charl se arremangó.

Extendiendo sus manos sobre Yaya, enfocó su concentración, Una luz blanca azulada empezó a reunirse en sus palmas, y fluyó hacia Yaya- y casi inmediatamente, sus hombros empezaron a sacudirse violentamente.

“Qué… es… esto, yo… ¡ahhhhhh!”

Algo claramente andaba mal. Sigmund se preparó, y empujó a Charl, golpeando su espalda.

El flujo de energía mágica se rompió, la volunta de Charl volvió a ella una vez más.

Al ver sus manos, sus uñas estaba descoloridas y las yemas de sus dedos se habían resecado.

La humedad en ellas había desaparecido, y su aspecto era malo. Era como ver las manos de una anciana.

“No te… esfuerces, por favor…”

Al ver el terror de Charl, Yaya débilmente murmuró.

Charl se sentó con malhumor en frente de Yaya otra vez.

“No seas estúpida. Algo de este nivel no es nada para alguien como yo.”

“Pero… Charlotte es… una enemiga…”

“Soy Charlotte de la noble casa Belew, a cuyo escudo de armas la propia reina le otorgó el unicornio. Prometí que pelearíamos en la Fiesta Vespertina de manera justa y limpia.”

“Pero… no quiero estar en deuda con una zorra…”

“Estás siendo demasiado insolente. ¡Sólo quédate en silencio y déjame curarte!”

Reuniendo su espíritu, empezó a invocar su energía mágica.

Una vez que reunió suficiente, su carne no se consumió como antes. Sin embargo, a cambio de eso, su energía mágica estaba siendo robada a un ritmo acelerado ante sus ojos. Incluso para alguien como Charl, sintió que su respiración se dificultaba.

A pesar de eso, continuó enfocando su energía mágica de la que estaba tan orgullosa. El cuerpo de Yaya comenzó a curarse de inmediato, sanando su herida a una velocidad alarmante.

“¡Es suficiente…!”

Una voz la hizo reaccionar. Cuando finalmente se dio cuenta, la piel sobre la herida de Yaya se había regenerado.

“Muchas gracias Charlotte. Ahora Yaya está bien.”

Charlotte se sentó en el suelo, exhausta.

En algún punto del tiempo, una muchedumbre de había reunido alrededor de ellas. Miembros del Comité de Moral Pública también habían venido. Rápidamente cercaron el área y empezaron a entrevistar a los testigos.

Volando desde aquella área, un pequeño dragón sacudió sus alas mientras aterrizaba.

“Sigmund. ¿A dónde te fuiste?”

“Fui a investigar. Aunque no encontré nada.”

Volvió a ver el proyectil. Charl y Yaya hicieron lo mismo.

“… Esto debe pesar al menos setenta libras (1). Algo que pueda disparar esto sólo puede ser un cañón y tiene ser uno bastante grande. Me pregunto dónde podría alguien preparar uno.”

“No tiene que ser un cañón. Tiene la forma de un proyectil pero no hay marcas de estriado, ¿no?”

Tal como dijo Sigmund, la bala estaba impecable.

“A menos que estuvieran en un planeador, parecería que el enemigo tiene alguna clase de mecanismo de disparo que no requiere un barril físico.”

“¿Entonces estás diciendo que ese tipo insolente que disparó esto puede atacar desde cualquier lugar?”

“Probablemente ese sea el caso- oh, esto no es bueno.”

La voz de Sigmund se endureció abruptamente.

“Sería infinitamente más fácil apuntar a alguien desde afuera de la academia. Existe una posibilidad de que el objetivo del enemigo- o enemigos- sea obligar a Raishin a retirarse.”

Con su consciencia todavía difusa, Yaya inclinó la cabeza confundida.

Charl sujetó a Yaya de los hombros con impaciencia, sacudiéndola.

“¡Raishin está en peligro! ¡Si algo como esto lo golpea, incluso un pervertido bárbaro como él quedaría machucado!”

“… ¡Raishin!”

Yaya quería salir corriendo, pero se cayó torpemente. Su fuerza no había regresado todavía.

Charl y Sigmund se apresuraron a ayudarla. En medio de la multitud, una doncella con cabello perla estaba viendo todo el asunto con una mirada pálida en su rostro.




NOTAS DEL TRADUCTOR:

(1) 31 kilos 751,46 gramos.

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